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Ya no hay temor a Dios



Si nos ponemos a pensar acerca de la imagen de Dios en el imaginario colectivo, por lo menos en el latinoamericano, encontraremos ciertas características que nos construyen un perfil más o menos como el siguiente: Dios...

-Es Hombre
-Es blanco
-Es viejo
-Tiene chiva
-Está molesto

Yo no sé ustedes, pero... con esa descripción tan fantástica Dios podría, perfectamente, ser el mago más poderoso que haya existido en todos los tiempos... ¡Albus Dumbledore! ¿acaso no?

Ahora bien, la diferencia crucial radica en el humor de ambos hombres, y es que Dumbledore no está todo el tiempo molesto pero Dios sí. ¿Por qué?

Yo entré a estudiar en una escuela de monjas a los 9 años, y si hubo una cosa que trataron de enseñarme hasta el cansancio y con poco éxtio, debo aclarar, fue a temerle a Dios porque ÉL estaba siempre molesto, solo que se les olvidó decirme el porqué.

Miren, yo les voy a ser franca, yo soy una persona MUY MIEDOSA, toda mi vida he sido así, pero les puedo asegurar que en mi Lista de más grandes miedos, Dios, como hombre blanco, viejo y bravo, no aparece ni de último. Entonces ustedes pensarán "qué muchachita más arrogante, no tiene temor a Dios", pues les digo que yo pensaba igual... me preguntaba algunas veces "bueno, Aimara, ¿quién te crees tú para no temerle a Dios?", pero es que nunca lo logré.

De pequeña no le daba tanta vuelta al asunto, estaba más preocupada por la clase de cosas por las cuales las niñas se preocupan, ¿ustedes saben, no? Ahora... al crecer, el tema rondaba por mi cabeza una y otra vez, no lo hablaba con nadie pero lo pensaba con frecuencia. Es por ello que empecé a elaborar un concepto de Dios que se ajustara a mis necesidades. Y ustedes van de nuevo "¿tus necesidades? ¡qué niñita tan egoísta!".

Resulta que  pensando y pensando llegué a la conclusión de que Dios es una experiencia individual, a diferencia de la religión que es un culto compartido, y si Dios es lo que tú quieres que sea... ¿por qué le vas a temer?

De modo que, con este cuento, lo que les quiero dar a entender es que para mí la fuerza del orden natural de las cosas es Dios, que la justificación de todo lo opuesto en su justa medida es Dios, que las maravillas naturales, perfectas e imponentes son Dios, la ciencia y la tecnología, eso es Dios (y no me refiero a la estampita que tiene a un señor con batola al lado de un cirujano en una sala de operaciones y que tanto les gusta a las abuelas, no, eso no), Dios no tiene chiva para que se la estén agarrando, ni está sentado en un trono para tener a otra gente sentada a sus alrededores, ni tampoco está tan molesto para que le tengamos tanto miedo.

Por supuesto esto es en lo que creo yo, que no es la verdad para todos pero es la verdad para mí, que me funciona más despegarme de lo religioso pero unirme a lo espiritual y que la única chiva que me interesa tener agarrada es la de un hombre que sea un tanto más de carne que de hueso.

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¿por qué?

Es parte de la naturaleza humana buscar explicaciones a las diversas incógnitas que se nos presentan a lo largo de la vida. Cuestionar es parte de nuestra humanidad, algunos en mayor o menor medida, pero al final siempre está presente el llamado gusanito de la  curiosidad. Durante nuestro crecimiento y nuestra formación escolar nos enseñan una cantidad de normas, formas y procedimientos socialmente correctos, y ¡EPA! Yo no sé ustedes pero yo, en mi cabecita de niña introvertida, me cuestionaba el porqué de todo lo que se me enseñaba, me parecía que todo podía ser de otra forma, que podía tener una solución más sencilla, que podía tener otra respuesta cualquiera que fuera el caso. "Mamá, ¿por qué hay que cruzar por aquí?, ¿no se puede por allá?" "Mamá, ¿por qué las mujeres tienen bebés?, ¿todas tenemos que tener bebés cuando seamos grandes?, ¿por qué?" "Mamá, ¿los inválidos tiene familia?" Entonces así, y como la de muchos otros, se fue m